Duelo Marital
Autor: Lasilla
Ya estábamos saliendo tarde de la casa, Madeline siempre se atrasa porque tiene una extraña necesidad de ir al baño en el peor momento. No quería perder la cita con la obstetra, aunque no es como si nuestro bebe tuviese algún problema, pero ¿Qué clase de adultos responsables llegan tarde a una cita? Aunque a este punto, el plantearme a crear una excusa, que no se limite solo a “había mucho tráfico” o “teníamos que pasar por…” se hacía más llamativo.
Mi paciencia se colma y tiende a la ansiedad de esperar a mi esposa, aunque para mi calma, ella sale del baño y sale de la casa sin esperarme. Me alegra saber que crea que la estoy esperando en el auto, aunque me pregunto si al no verme se molestara y quera echarme la bronca por un mal entendido. Asi que me toca levantarme y salir también por la puerta principal solo para casi chocarme con ella. Me explico que al no verme en el coche había regresado en mi busca, pero le dije que me había quedado esperándola adentro.
Me causaba risa verla algo confundida, pero le dije que no le diera vueltas al asunto y que nos subiéramos para partir. Pese que el hospital no este lejos, el trafico siempre alarga cualquier viaje, sin contar las calles angostas o los cientos de semáforos que parece que todos ignoran por el embotellamiento ya creado. Asi que opto por hacer una de mis clásicas bromas infalibles, buscar la cosa mas trivial pero medianamente llamativa para fingir tener alguna sorpresa ante ello. Madeline por inercia busca lo que yo veo y me pregunta sobre mi asombro, tan ingenua, como si no nos conociéramos por mas de 6 años. Al momento que me pregunta, le muestro el objeto y solo hago hincapié en lo que es, como decir que me sorprendo por ver la señal de alto mas normal del mundo o que estamos cruzando un puente sobre rio. Me devuelve esa mirada con sarcasmo, pero en su boca se genera una suave sonrisa verdadera.
Una vez llegados al hospital, esperamos en nuestra habitación de clínica hasta que llega la doctora, siempre es un pequeño chequeo sobre el peso, la nutrición, el estado físico de Madeline y el cómo llevamos nuestra vida. No es mucho a comentar… pero ¿Por qué la doctora frunció el ceño al momento de iniciar la ecografía? Sin darme cuenta, la imite como un espejo y mi querida se percata de ello. Se preocupa un poco y le pregunta a la doctora que pasa. Solo se limita a decir que algo no parece ir bien. Deja a un lado el instrumento para la ecografía y nos pregunta si Madeline a sentido movimiento de nuestro hijo. Mi querida explico que, si lo sentía, pero que hace unos días no había sentido nada.
Hubo unos breves segundos de silencio, que, por alguna razón, sentí interminables, como si pasaran eones entre las ultimas palabras de Madeline y en los que mis pensamientos pasaron por cientos de posibilidades de lo que significaba esa pregunta y el peso que traía con ella para que al final todo llegase a una sola resolución “¿Acaso, el, ha muerto?”
No éramos ingenuos, ambos llegamos a la misma idea y antes de que la obstetra tratase de darnos consuelo por nuestra perdida, Madeline rompió en llanto. Lloro amargamente, el dolor que desprendía me dolía en lo mas profundo de mi ser, pero por alguna razón, solo me podía limitar a estar parado a observarla, sin que ninguna lagrima brotara de mi dolida alma.
El llanto y tristeza se convirtieron en rabia, ella le exigió a la doctora que se fuera de la habitación de inmediato, pero aun cumplida su petición, seguía adolorida y fijo su frustración a mí. Me maldijo e insulto, me culpo por no sentir nada ¿Acaso la podía culpar por ello? Ningún musculo mío se movía mas que las orbitas de mis ojos que se centraron en sus ojos vidriosos. Mi mente quería escapar de mi cuerpo, divagar en cualquier otro pensamiento de mis recuerdos, algo que me sacase de ese dolor. Pero a cada idea que me distrajese, el ruido del sollozo retumbaba cual campana anunciando la misa de la iglesia en un pueblo silencios.
El anunciado que no me dejaría huir de mi dolor seguía y seguía sonando. Pero una pequeña frase llego a mi “Incluso cuando pierdas tu propia vida y tus fuerzas enflaquezcan, tu familia siempre está contigo” Pero eso no era solo para mí, podría ser para cada una de las personas de esta tierra ruin. Ella acaba de perder a alguien igual que yo, no había culpables, no había razón para buscar como enmendar esa perdida o tratar de recuperar lo irrecuperable. Solo el dolor de 2 personas que necesitaban a su familia para apoyarse, asi como sujetarse a la roca en la tempestad. Yo era su familia, asi como ella la mía.
Sin darme cuenta, había dado el primer paso en dirección a la cama, otro, y otro. Sus ojos se volvieron a los míos, pero antes de que tratase de hablar algo más, la abrasé. No hubo palabras, ni silencio, solo llanto, un llanto que no provenía de ella, si no de mí. Ella me abrazo y empezó a llorar una vez más, pero no como ese llanto de luto, era de desahogo. Nos apretábamos con fuerza, para evitar que nos escapásemos en el aire.
El tiempo fluyo con su naturalidad otra vez, y el silencio volvió a
gobernar la habitación, había suaves jadeos en busca de respirar el pesado
oxigeno una vez más. Nuestros brazos se aflojaron el nudo reapareció,
silenciando nuestras gargantas. No sé qué procederá de esto, pero al menos
trataremos de superarlo juntos.
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