Más que una prueba - Coon x Phuma
Coon necesitaba unas vacaciones.
Las últimas semanas habían sido un desfile incesante de formularios mal llenados, profesores con aires de semidioses y estudiantes que confundían a Kafka con Albert Camus. Ni siquiera el café del 1847 podía aliviarle el alma (aunque que iba a aliviar ese cafe todo sonso) Su paciencia, curtida por años de excelencia académica y perfeccionismo implacable, empezaba a mostrar grietas.
Por eso, cuando le ofrecieron coordinar el comité de revisión de exámenes de admisión, lo vio como una oportunidad para canalizar su energía intelectual hacia algo productivo. Algo limpio. Algo lógico.
No sabía que le estaban tendiendo una trampa.
Fue en una de esas sesiones de revisión, entre matrices de competencias y tablas de evaluación, donde escuchó por primera vez ese nombre maldito: PHUMA.
La Prueba Hondureña Universitaria de Medición Académica.
Un título largo para una desgracia pública.
Al principio pensó que era una broma. Una de esas invenciones fumadas de odir sin consecuencias. Pero no. PHUMA era real. Y estaba en todos lados.
En los carteles.
En los correos institucionales.
En la boca de los directivos que hablaban de “democratización” con tono de autoayuda barata.
Coon lo estudió con el escepticismo de quien se enfrenta a un furro.
—Esto no es inclusión —murmuró entre dientes—. Es negligencia.
Desde ese día, su vida cambió.
Donde antes veía errores, ahora veía síntomas.
Donde antes corregía, ahora cuestionaba.
Y donde antes caminaba con la tranquilidad de quien domina su entorno, ahora sentía que algo —alguien— la observaba.
Porque la PHUMA no era solo una prueba.
Tenía voz.
Tenía presencia.
Tenía... opiniones propias.
Y cuando se encontraron por primera vez, en una asamblea de decanos y administrativos en el Alma mater, no fue un cruce de palabras. Fue un choque de mundos.
Él —porque sí, la PHUMA tenía cuerpo de rector en formación, rostro de estadísticas perfectas y una sonrisa de sarnoso— no la saludó.
Solo la miró, le sostuvo la mirada y dijo:
—Supuse que alguien como vos iba a despreciarme. Es lo que suelen hacer cuando no logran entenderme.
Coon apretó los dientes.
—No te desprecio —respondió con frialdad—. Me da lástima ver cómo han distorsionado lo que pudo haber sido una herramienta útil.
Él sonrió, como quien ya ganó media batalla.
—Qué curioso. Yo opino lo mismo… de vos.
El silencio que siguió no fue incómodo. Fue afilado. Como si ambos supieran que estaban a punto de declararse una guerra que solo podía terminar de dos formas: con un decreto o con una cita.
El rector Odir carraspeó desde su lugar en la mesa principal.
—Compañeros, pasemos ahora a discutir la actualización del modelo de admisión. Coon, ¿querés empezar?
Claro que quería.
Se levantó, respiró hondo y desplegó su presentación. Las gráficas eran impecables. Las fuentes, verificadas. Cada dato estaba armado para derrumbar el castillo de naipes que representaba la PHUMA.
—Lo que propongo no es una reforma —dijo, mirando directo a su adversario—. Es una corrección. El sistema no está roto, pero sí... muy mal optimizado.
La PHUMA no dijo nada. Solo se inclinó hacia atrás en su silla, entrelazando los dedos con un aire de suficiencia que a Coon le dio ganas de tirarle un ladrillo para q cierre el hocico por siempre.
—Interesante propuesta —respondió él, con una voz suave pero con filo—. Aunque no vi ningún análisis del contexto sociocultural. Quizás porque cuando uno estudia en colegios de privados se olvida de lo que es venir desde abajo.
Golpe bajo.
Coon lo sintió. Pero no se dejó derribar.
—Qué raro —dijo, sin perder la sonrisa—. Pensé que con tanto “contexto sociocultural”, por fin íbamos a ver un repunte en el índice de permanencia. Pero no. Solo subieron las excusas.
Un murmullo recorrió la sala. Dos becarios en la esquina dejaron de comer pupusas.
La PHUMA se levantó.
Y por un segundo, el tiempo se suspendió.
Estaban tan cerca que podían sentir el calor del otro entre hojas membretadas y tensiones no resueltas.
—Tenés razón en algo —murmuró él, con los ojos fijos en los suyos—. Tal vez esta prueba ya no funciona como antes. Pero tampoco vos. Ya no estás aquí solo para demostrar que sos la más lista. Estás aquí porque, por fin, alguien te hace frente.
Coon no pestañeó.
—Entonces hacelo bien —susurró.
y se empezaron agarrar a maceta, se pelearon, ñiñiñi, los encerraron se llegaron a conocer bien, tuvieron 3 hijos y una casita con jardin.
Comentarios
Publicar un comentario